Brujeria en Colombia

Mientras unos rezan, otros pecan

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Narciza Perdomo precide el futuro mediante el tabaco. | Francisco Argüello

Francisco Argüello | Bogotá … Actualizado domingo 04/04/2010

Precidir el futuro con tabaco

Narciza Perdomo presiona un grueso tabaco con sus quebrados labios, lo sujeta con los dedos y empieza de predecir el futuro, según ella, a través de unas claras cenizas que caen en pedazos a un viejo sartén lleno de colillas rellenas de café.

El humo se expande por las rendijas de su vivienda clavada en el barrio Villa Magdalena, norte de Neiva, Huila, donde la esperan decenas de clientes que desean conocer el destino de sus días y esclarecer los sentimientos de sus seres amados.

La sala de la residencia está llena, la clientela, en su mayoría, mujeres, se disputan un puesto, mientras ‘La Hermanita’, como la llaman, aparece con una capa sobre su teñido cabello y una imagen de San Gregorio Hernández que deja a un lado para recibir unos cuantos billetes por sus servicios.

Lo paradójico es que el humo del tabaco se mezcla con el sahumerio que desde un improvisado templo católico, ubicado al frente del oscuro negocio, se esparce para alejar a las malas energías que se resisten a desaparecer.

“Maldito el hombre que cree en el hombre, en hechiceros y brujos charlatanes”, grita enfurecido desde el púlpito el cura Alfredo Lizcano, mientras la mujer lo escucha impávida en medio del ardor de los velones con los que atrae parejas, aleja la mala suerte y hasta doblega imposibles.

“No soy bruja, tengo un don que Dios me dio, con eso le sirvo a la gente”, asegura al precisar que no le quita clientela a la iglesia católica. “Cuando vienen acá lo escuchan a él”, argumenta sin asomo de vergüenza.

Lo cierto, es que mientras el clérigo se desgasta con Narciza, a ella parece irle mejor. En los días sus bolsillos superan los 100.000 pesos (48 dólares) y la clientela aumenta más. Al menos, eso sucede en Semana Santa, la temporada en que mientras unos rezan otros pecan.

“Los hermanos de luz nos escuchan mejor, las oraciones son más directas. Ellos trabajan diariamente como nosotros acá en la tierra”, les dice a quienes la escuchan antes de entrar a su santuario donde concentra a ‘San Cipriano’ y ‘Santa Martha’ para doblegar lo imposible, ‘Hernando Moncaleano’ para las enfermedades y los ‘Siete Chinos’ para atraer al ser querido. Eso sí, alumbrados porque sin velas y velones, el asunto no funciona.

Mientras la iglesia lucha por sacarla, ella insiste en no cambiarse de sitio porque del tabaco sostiene su hogar. “Si me van a mantener me voy, sino no”, responde al mostrar la Constitución Política de Colombia que le dejó su nieto, que estudia derecho, y donde alega al derecho al libre culto, religión y al trabajo así sea en la semana de pasión y muerte de Jesucristo.

Y es que en esta semana, en Colombia se disparan las adoraciones a santos cuyos nombres brotan de todos lados. ‘San Calcuta’, ‘San Jerónimo’, ‘Francisco de Asís’, ‘Jacobo’, ‘San Milcíades’, son apenas algunos de los supuestos milagrosos que se consiguen en negocios de velones y aromas que hacen su agosto en un país donde se cree en todo.

La magia negra

Algunos aprovechan la imagen de la ‘Virgen María’, ‘Santa Lucía’, ‘Santa Martha’ y hasta ‘Aranzazu’ para hacer magia negra, un acto rechazado por la iglesia católica que aunque denuncia lo sucedido, no puede hacer nada porque los brujos andan como si nada.

EL MUNDO.es llegó hasta Fortalecillas, un corregimiento de Neiva en el sur del país, donde dos hermanos que dicen ser de luz, curan enfermedades, sacan espíritus malignos, mejoran la suerte y hasta ayudan a conseguir seres amados en menos de 48 horas.

Cierto o no, los visitantes abundan. Y parece que salen contentos y repiten las consultas pese a que para llegar hasta donde don ‘José’ y ‘Tomás Cipriano’ (seudónimos), se debe cruzar el tenebroso río Magdalena, la afluente de agua más grande de Colombia.

En una isla, alejada de la sociedad, están los dos ancianos, cuyos creyentes deben bañarse con hierbas dulces, cuya procedencia es desconocida, para saludarlos.

Sobre la playa de arena, donde se atraviesa en canoa, un completo conjunto residencial en tablas, con camas, cocina, pesebreras y hasta cultivos de plátano, yuca, café y maíz espera a unos huilenses que dejaron los viacrucis por visitar a los espíritus de luz.

“Me lo han recomendado mucho, es muy bueno. Lo limpian a uno de todo mal”, comenta Ana Judith, una mujer de alcurnia que se vino escondida de su esposo, quien cree está en misa en una iglesia católica.

Pero eso no es nada. En Panorama, populoso barrio de Pitalito, Huila, una mujer se gana la vida leyendo el café. En la mañana se sienta en una cómoda silla y desde allí comienza a divisar los cunchos que quedan de una espesa cafeína que la toman los clientes y que casi siempre terminan con problemas de digestión.

Nancy es la vidente, como se hace llamar, y atiende en promedio a 20 personas por hora, un negocio pulpo que le permitió comprar apartamento, carro y financiar el estudio universitario de sus dos hijos en Bogotá.

Las regiones de la Costa colombiana son los más apetecidos para las brujas. Algunas vuelan, sostienen los pobladores, mientras ellas lo desmienten y aseguran que trabajan con Jesucristo, un hecho desmentido por la Iglesia que no sabe cómo extinguirlas del planeta. ¿Lo lograrán?

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